lunes, 24 de octubre de 2011

Aquellas gotas que caían del cielo

Tras una larga etapa de no ver ninguna gota de agua procedente del cielo caer en nuestras calles, por fin estas gotas han despertado y han tenido ganas de volver a empaparnos. Sí, aquellas gotas frías cuya procedencia es unas nubes grises y tenebrosas. Pero... ¿por qué echaba tanto de menos llover? ¿por qué me gusta tanto este ambiente frío y desanimado?


La verdad, no la sé. Vivo en un ambiente lleno de sol y, a pesar de que el sol, dé supuestamente alegría, adoro que se esconda y deje paso a la lluvia. La lluvia no me desanima, para nada; es más, la mayor parte de los días en los que me he desanimado han sido días de pleno sol y calor.

Esa sensación fría de sentir esas gotas en la palma de tu mano, pisar charcos de agua sintiéndote como un niño, sujetar un simple paraguas y, contemplar ese paisaje desde tu ventana, es algo que siempre me ha encantado y siempre me gustará. Ver llover me da tranquilidad, armonía, felicidad... 


Todo esto aumenta si estas gotas, de todos los tamaños, caigan de noche. Mis sueños son totalmente diferentes a los sueños de noches sin lluvia. Son distintos, más sorprendentes y bonitos que los demás. Dormir lloviendo de fondo es algo mágico, al menos, para mí.

Pero no dejo atrás aquellos momentos felices que son acompañados con la lluvia. Sentir un beso bajo la lluvia, ese abrazo que nunca olvidarás, ese dejar lo que quieres atrás, pero sabiendo que tras esa lluvia todo lo que quieres volverá.

La lluvia, la acompañante perfecta de momentos perfectos.
Simplemente, me encanta.

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